Tres versiones del packaging para la cerveza de autor Urbanbeer
Presentación de la versión azul de Urbanbeer
Otra vista del packaging de la variedad cream ale
Detalle de una de las etiquetas de Urbanbeer
Primer plano de la etiqueta azul
Plano general del packaging en su versión roja
Vista lateral de la etiqueta para la variedad dark lager
Vista frontal de detalle de la etiqueta roja de Urbanbeer
Detalle en primer plano de la etiqueta roja
Vista general del packaging verde
Plano del lateral de la etiqueta verde
Detalle de la etiqueta con los ingredientes de la blonde ale
Fragmento de la etiqueta verde de Urbanbeer

Urbanbeer

Cervezas Artesanas de Bilbao

2015

Cuando comenzamos a trabajar en el branding y en el packaging de Urbanbeer, el proyecto aún era una idea y los socios no habían comenzado a producir sus cervezas. Tenían claro cuál querían que fuese el nombre y el motivo por el que lo habían elegido, y es que querían alejarse de la idea de la cerveza artesana (más cercana en sus inicios a los entornos rurales) porque el mercado estaba comenzado a saturarse de este tipo de productos y acercarse así a una cerveza de autor (posiblemente más ligada al ámbito urbano), que era pese a posibles similitudes, más refinada y elevada.

Además, habían decidido que querían lanzar al mercado varios tipos de cerveza y que estos debían poder ser diferenciados por números o colores para que, a la hora de pedirlo en locales o tiendas especializadas, los clientes pudiesen solicitar “La número 1 de Urbanbeer, por favor” o “La azul de Urbanbeer, por favor”. Con esa premisa, una vez que conocimos las variedades y después de muchas pruebas, comenzamos a ilustrar las etiquetas con mapas realistas que tenían que ver con las ciudades de origen de dichas tipologías de cerveza con la idea de reflejar lo urbano. El problema es que siguiendo ese camino estábamos llegando justo al lugar que queríamos evitar, que era el de darles un aspecto artesano y acordamos que para hacer algo más sofisticado y de autor, lo ideal era partir de una cuadricula que se podía asemejar a la de la ordenación de una ciudad. Gracias a ella pudimos componer la marca y crear unos edificios modulares que nos ayudaron, a su vez, a desarrollar patrones. Dichos patrones, que también podían recordar un skyline, eran diferentes según la variedad de cerveza no solo por la posición de cada elemento sino por la gama cromática utilizada (¿recordáis aquello de “La azul de Urbanbeer, por favor”?) consiguiendo así transmitir que las ciudades son lugares vivos y haciendo, al poner una botella al lado de otra, núcleos urbanos infinitos. Por cierto, el color de cada variedad estaba ligado al sabor de cada una de ellas.

Rematamos todo con la producción. Elegimos un papel blanco de alta calidad usado habitualmente para imprimir las etiquetas de bebidas exclusivas y dimos relieve a los edificios y el sol para trasladar la experiencia de la bebida al tacto. Esto, junto a lo anterior, hizo que se cumpliese una petición que nos hicieron en la primera reunión que tuvimos con ellos: “Queremos que seáis vosotros, con el diseño, los responsables de que una persona compre nuestra cerveza por primera vez. Después, cuando la hayan probado, debemos ser nosotros los que consigamos que la vuelvan a comprar”.

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